La trágica madrugada del 19 de agosto de 1936 en la que Federico García Lorca fue fusilado, empezó «el llanto de la guitarra». Los sortilegios de la noche no supieron predecir destino tan cruel. Ni el propio Lorca, el mismo que escribiera: … cuando yo me muera, enterradme con una guitarra, bajo la arena», pudo intuir siquiera la macabra coreografía mortal que sufriría en esa noche robada a la España culta, intelectual y artística. Aquellos que quisieron callar su voz para siempre no hicieron más que inmortalizarla. Comenzaba el mito lorquiano.
Lorca vivió una estrecha y apasionada relación con la música. En su corpus poético, la guitarra está especialmente presente. Con cariño y finísima exquisitez le dedicó algunos de sus más profundos versos. Es lógico pues que, en un año tan propicio al recuerdo del poeta, en el 75 Aniversario de su muerte, el mundo creativo de la moderna guitarra española quiera devolverle tanta generosidad artística. Este CD nace precisamente como homenaje y recuerdo de su obra y su figura, como eco de su propia magnitud artística y con la enorme gratitud hacia un poeta que supo describir, como nadie, la hondura de la guitarra.
En 1998, con motivo de la celebración de su Centenario, solicité a cuatro destacados compositores españoles que escribieran una obra dedicada a García Lorca. Así nacieron las de Cruz de Castro, Juan Manuel Artero (sobrino-nieto del poeta), Emilio Calandín y Vicente Roncero. A este núcleo central del CD se suman obras que no están inspiradas en Lorca pero, sin embargo, están incluidas ya que quieren representar el abrazo temporal y emocional de la guitarra hacia el poeta. Exceptuando la obra de Manuel de Falla, íntimo amigo de Lorca, todas las piezas seleccionadas son creaciones de compositores españoles contemporáneos. De alguna manera vienen a simbolizar la «modernidad» que, con tanto afán, protagonizó el poeta granaíno a lo largo de toda su vida y la inquietud artística de todo aquel que siente el arte como pura esencia de su vivir cotidiano. Músicas en definitiva que nos recuerdan a un gran hombre, a un excepcional artista que, con el encanto de su palabra o el mágico duende de su verso, encandiló de sabores y bellezas una época.
José Luis Ruiz del Puerto
Poesía y música caminan abrazadas. La primera busca con desasosiego la quimera de la musicalidad que ajuste el ritmo y la armonía a pensamientos y sentimientos, de la segunda emanan imágenes inenarrables, bellos simbolismos, indescriptibles paisajes de timbres, colores y texturas.
Poesía y música se funden en Lorca hasta convertirse en una sola experiencia de vida, en un solo canto, en una sola melodía en la que «como en el dulce, se refugia la emoción de la historia, la luz permanente sin fechas ni hechos».
Poesía y música no tendrían sentido por separado. En el general crisol lorquiano, poesía y música son aleadas y aquilatadas con delicadas manos de orfebre, con ese toque jondo que tanto apremió al corazón del artista andaluz durante toda su vida, porque siempre creyó que «lo flamenco es una de las creaciones más gigantescas del pueblo español».
La guitarra es el instrumento catalizador, el nexo de unión perfecto, con el que Lorca tiende el mágico puente de plata entre la palabra y el sonido, entre la poesía y la música. Vehículo de la tradición oral, del sabor popular, de las historias de amor y tragedias de muerte y odio, cantadas a la luz de la luna, la guitarra ocupa desde muy temprano un lugar privilegiado en el universo del poeta andaluz que viajó a Nueva York.
José Luis Ruiz del Puerto ha seguido con fidelidad los pasos de los maestros fundadores de la moderna escuela guitarrística española. Heredero de los Regino Sainz de la Maza – el «guitarrista del 27», íntimo amigo de Lorca –, de los Andrés Segovia, los Ángel Barrios, Miguel LLobet,… Ruiz del Puerto no sólo es un verdadero artífice a la hora de ampliar la biblioteca guitarrística de nuestro tiempo, sino que con esta grabación, una vez más se comporta como uno de los guitarristas contemporáneos más influyentes del panorama internacional.
Setenta y cinco años después de su muerte, Federico García Lorca sigue conquistando las almas de jóvenes sensibles para la noble causa flamenca y para la guitarra, ese civilizado instrumento que «hace llorar a los sueños».
José Luis Galiana Gallach